Mi hija

… mi hija,
la niña de mis ojos,
la alegría de mi vida,
el desvelo de mis noches,
el sacrificio de mi pasado,
la esperanza de mi mañana,
… mi niña… acaba de morir…

… ¿qué haré?…
… ¿todo quedará aquí,
en la sepultura?…
… ¿no es absurda
la vida?…
… ¿tiene sentido
soñar, sembrar, engendrar?…

… no me importa
el fracaso…
… no me importan
mis lágrimas
y mis manos vacías…
… ¡es ella!…
… mi niña… acaba de morir…

… ¿será cierto?…
… ¿si vienes, Señor,
a mi casa, a mi familia,
y le impones tu mano,
será que ella vivirá?…
… ¡ven Señor!…
… mi niña… acaba de morir…

… no es fantasía, no es ilusión,
no es autoconvencimiento,
no es sugestión ni sedación…
… es Fe, es el encuentro
con el Señor de la vida….

“… la niña no está muerta,
sino que duerme…”
(Mateo 9,24)

(… la “rosa sin porqué” confía en la gracia de la gratuidad… con el Evangelio de hoy, San Mateo 9,18-26…)