Me pregunto

… me pregunto
cómo serán las manos
de Aquel que todo lo hace,
que todo lo puede,
que siempre espera y ofrece…

… con tus manos rodeas
el pabilo vacilante
y proteges la llama
del viento que arrastra
los fríos de la incomprensión…

… con tus manos sanas,
célula a célula,
la herida de la caña
quebrada por la prepotencia
de la competencia ciega…

… con tus manos amasas
el pan que alimenta
las mesas vacías
de tantas familias
por la ambición desmedida…

… con tus manos zurces
los harapos que quedan
de enojos y peleas,
celos y envidias,
en corazones de piedra…

… veo arañadas
tus manos de viñador
por los sarmientos secos
de una vida lujuriosa
cortados en la poda…

… en los surcos de tus manos
hay olor y color a arcilla
que delata tu oficio
de perpetuo alfarero
de nuestro barro…

… en tus palmas abiertas
palpo los callos del cayado
en tu búsqueda incesante
para reunir en tu rebaño
los perdidos en sus soledades…

… y me doy cuenta
que tus manos de Padre,
ásperas y tiernas,
son las que extraño y quiero
para nacer otra vez de nuevo…

(… la “rosa sin porqué” conoce las manos de la gratuidad que no dejan de acompañarla desde que amanece… con el Evangelio de hoy, San Mateo 1,18-24…)