Me fascinan los atardeceres

… me fascinan los atardeceres… es que proponen juegos de colores y danzas de luces que abrazan… cuando sentado junto a un arroyo o a un árbol, contemplo la sierra o la pampa, y veo a los pájaros regresar a sus casas y a algunas plantas acurrucase para pasar la noche, hasta me parece escuchar de fondo una música que acompaña… pero cuando los atardeceres suceden adentro, cuando la luz toma distancia y los contornos pierden consistencia y todo se mezcla y confunde… cuando los atardeceres empiezan antes, por el cansancio, por las desilusiones, por el hartazgo… cuando veo el atardecer en los rostros de mi gente, de mis hermanos, entonces, entonces la música se calla… es que para muchos toda la vida es un atardecer, no conocen las mañanas… y aparecen los fantasmas, el miedo se instala, la desconfianza se dibuja en la frente tensada, la mirada se vuelve inquisidora, la mandíbula se traba… sólo una presencia amiga, desinteresada, amable y amada, te devuelve la esperanza, un mañana… entonces, los atardeceres de adentro encuentran su música callada… “¡soy Yo!, no teman!”… la “rosa sin porqué” sabe de atardeceres y la gratuidad le permite disfrutarlos con esperanza… ¿cómo vives los atardeceres en tu vida?, ¿acompañas los atardeceres de los tuyos?… (con el Evangelio de hoy, San Juan 6,16-21)…