Cuando sea niño

Cuando sea niño,
abriré grande los ojos,
sorprendiéndome
de las pequeñas grandes
cosas de la vida.

Cuando sea niño,
mi boca quedará abierta,
admirándome
de la transparencia opaca
de las personas que me rodean.

Cuando sea niño,
mis manos aplaudirán,
festejado,
la infatigable presencia
de mamá en la casa.

Cuando sea niño,
mis piernas se alargarán,
enlongándome,
para alcanzar los pasos
de papa por la vida.

Cuando sea niño,
jugaré con otros niños,
divirtiéndome,
sin importarme
ganar o perder.

Cuando sea niño,
abrazaré a mi perro,
mimoseándolo,
y me dormiré junto a él
soñando viajes a las estrellas.

Cuando sea niño,
rezaré el Ave María,
despacito,
para no molestar a la Virgencita
que está muy ocupada.

¿Por qué esa manía
de preguntar a los niños
que van a ser o hacer
cuando sean grandes
más adelante en la vida?

Amigo, amiga,
puedes acertarte hoy a otro adulto,
y, mirándole a los ojos,
con ternura, preguntarle:
¿qué vas a ser y que vas a hacer
cuando seas, al fin, niño?

(…»la rosa sin porqué» crece manteniéndose niña gracias a la gratuidad… con el Evangelio de hoy, San Marcos 9,30-37…)