Me cuesta y me desconcierta

Me cuesta y me desconcierta,
me provoca y me descoloca,
¡pero tanto bien me hace!,
ésta tu manera de ser, Señor,
de anteponer la Misericordia
a la justicia a toda costa.

Me cuesta
porque le doy más importancia a lo formal.
Me desconcierta
porque pensaba que Tú eras el más formal.
Me provoca
porque me desafía la informalidad.
Me descoloca
porque no estoy seguro en la informalidad.

Privilegias la verdad, Señor,
por encima de todas las cosas.
Y la verdad, que es la conformidad
de las cosas con su esencia,
es el Amor sin vueltas ni revueltas
que las origina, sostiene y recrea.

No es antes o después,
más temprano o más tarde,
no es mucho o poco,
demasiado o escaso.
No es altura ni estatura,
es “todo o nada” para cada alma.

¿Cuándo me convertiré
a la lógica ilógica del amor,
al nosotros con otros?
¿Cuándo me convenceré
que tu mayor justicia, Señor,
es la Misericordia con todos?

Tomo a mal que seas tan bueno,
me enoja que sean los “últimos”,
que yo veo y considero,
los que entran “primero”.
Demandando estricta justicia,
dejo que me consuman los celos.

Ojalá un día pueda alegrarme
que no me mires ni me atiendas primero
porque tu Corazón se mantiene ocupado
con el nosotros que más te necesita,
y entonces darme cuenta que me amas tanto
porque yo no soy sin mi hermano a quien dejo.

(… la “rosa sin porqué” se dejó tocar por la gratuidad y, desde entonces, no contrapone la justicia a la misericordia… con el Evangelio de hoy, San Mateo 19,30 – 20,16…)