… si a los pies de mi verdad te encuentro, dispuesto como siervo para lavar mis vicios, ¿a qué vienen entonces esos juicios que hago de los otros y su intento?… si sabes, como sabes, que te niego, y aún sigues llamándome tu amigo, ¿a qué viene mostrarme tan señero, si soy lo que soy, porque aún vienes conmigo?… si estás allí en la Cruz clavado, y en silencio mientras voy por mi camino distraído, ¿a qué viene reclamar que no te veo cuando paso ante tu Cruz y no te miro?… si vienes hasta mí con tu consuelo, vencedor de la muerte y del abismo, ¿a qué sigo, entonces, con mi duelo, si estás para siempre eternamente Vivo?… si ahora me preguntas si te quiero, donde antes lo creía convencido, hoy sé que sólo titubearlo puedo apoyando en tu amor, mi amor herido… la “rosa sin porqué” no puede sino decirle sí al amor que la ama a pesar de su pequeñez… ¿es tu amor capaz de dejarse levantar a pesar de sus debilidades y tropiezos?, ¿eres capaz de soportar que por tres veces te pregunten si amas y responder serenamente que si?… (con el Evangelio de hoy, San Juan 21,15-19)…