La ternura de un niño es tu poder, su vulnerabilidad tu fuerza, su impotencia tu autoridad

… “caminante peregrino”, hay palabras que hieren y gestos que hieren… existe una honda y misteriosa “flagelación” en los azotes que das a través de tus expresiones, términos, actitudes, amenazas, descuidos, olvidos o negligencias… y estás muy pronto a reconocer las agresiones de ruidos estridentes, de sonidos que no te dejan dormir, de manifestaciones tumultuarias, de bombazos y mil cosas más… ¡deja de lado estas cosas y aquellas!… que la Navidad necesita del silencio…

… pequeño y buen amigo, pequeña y buena amiga, poco importa la “dimensión” del mensaje, es su “intensidad” lo que cuenta… puedes hacer tanto mal y ¡tanto bien!… valora la intención profunda de tus actos y de tus reacciones… sin sinceridad, sin respeto y sin delicadeza, el trato humano se degrada hasta perecer… tus caminos se trazan con la ascesis verdadera de una búsqueda superior… asciendes en la adopción y práctica de virtudes humanas, de excelencia y de valor…

… no son los “dardos” vengativos de otros, por lo general causados por el resentimiento, los que compensan luchas y fatigas… sino la rápida renuncia a cualquier modelo de “poder”, que acaba en torpeza… ¡la lucha victoriosa siempre es silenciosa y poco aparente, sin estrépito!… ¿tu careces del propósito de lastimar o de fastidiar?… mira que es el decoro de tus pasos, aunque nadie te aplauda ni te felicite…

… entonces, ¡vamos!… ¡arriba!… ¡allí donde te encuentras ponte de pie y respira hondo!… con la “pequeña oración” de la mañana, y de cada momento, te estableces en el Amor y renuncias a toda autoridad que esgrima poder o fuerza… la ternura de un niño es tu poder, su vulnerabilidad tu fuerza, su impotencia tu autoridad… desayuna y matea con la Verdad del “pan del día”, (Mateo 21,23-27: “… ¿con qué autoridad haces estas cosas?… ”)…