Entra en los corazones, ¡pero no invadas nada ni a nadie!

… “caminante peregrino”, parte ya mismo, y siempre, sin dejar nunca tu ermita interior… ve sin demora a atender a tus hermanos, pero hazlo sin prisa… entra en sus corazones, pero no invadas nada ni a nadie… y saluda a todos hasta hacer saltar de gozo la vida que secretamente habita en ellos…

… pequeño y buen amigo, pequeña y buena amiga, imita a María… sé como tu Madre en la visita a su prima Isabel... como en tantas visitas que Ella hizo y hace a sus hijos esparcidos por la tierra… la Madre no deja de visitar a sus hijos… lo hizo y hace en el Tepeyac, lo hizo y lo hace en Lujan… lo hace en tu vida…

… «cierra, pues, la puerta de tu habitación»… ¿por qué?… porque «tu Padre ve en lo secreto»… ¡se trata siempre de esto!… se trata siempre de la hondura y del corazón… ¡vive en el Soplo profundo y permanece!… es que no estás viviendo donde estas llamado a vivir… ¡y así no aciertas a descubrir el «lugar» de la paz!…

… entonces, ¡vamos!… ¡arriba!… ¡allí donde te encuentras ponte de pie y respira hondo!… con la “pequeña oración” de la mañana, y de cada momento, sabes que no vales por lo que haces, ni por lo que eres… ¡vales por quien amas!… más aún: ¡vales por Quien eres conocido y amado!… María ama en serio a Dios y a sus hermanos… desayuna y matea con la Verdad del “pan del día”, (Lucas 1,39-45: “… partió… ”)…