La palabra manoseada, sin el señorío del silencio y de la discreción, es dañina

… la palabra manoseada, sin el señorío del silencio y de la discreción, es dañina… entonces como hoja afilada deja trazado su paso sangrante, o provoca la enfermedad o la muerte… ¡cuánto ganas hablando correctamente, y poco, o dejando que el silencio venga en tu ayuda!… ¡cuánto mal ahorras a próximos y extraños!… términos y vocablos arrojados donde no se sabe y de cualquier manera… la palabra es el más noble de los signos que tiene el hombre, pero puede convertirse, envilecida, en el peor de todos… cuando oigas despropósitos o errores, cuando lleguen esas tristes risotadas que agitan el aire por todos lados: calla tú, serenamente, en la percepción de tus sentidos… déjalos en vacación y en paz… cuando atiendes demasiado, gritas y te agitas en la misma medida que escuchas… el ruido desacompasado no dice nada, es pura vaciedad y molestia… entonces, nada… sólo el silencio te entrega la palabra, la palabra que, de otro modo, no llega… camino de la gratuidad que todo lo dice, que todo lo expresa, que todo lo canta, que todo lo recibe… palabra que es perpetua sonrisa, silencio que sabe de lágrimas también de dicha… la #rosasinporqué no haya su lugar en la dictadura del ruido, vive agradecida de y con la palabra porque ama el silencio… ¿tienen tus palabras la autoridad del silencio o son la expresión de la incontinencia de tus sentimientos desbordados?, ¿dejas que el silencio venga en tu ayuda, él que sabe decirlo todo?… (con el Evangelio de hoy, San Lucas 4,31-37)…