Intrigado y curioso

… intrigado y curioso,
sin correr demasiados riesgos,
a una distancia prudencial,
no vaya a ser
que también me llames,
que tenga que cambiar de vida,
de hábitos y de costumbres,
que empiece a rezar,
a ser bueno con los demás,
a querer estar más tiempo Contigo…

… mejor te miro pasar
desde aquí arriba,
escondido,
desapercibido,
camuflado,
asegurado…

… pero,
¿se puede conocer a alguien
tomando distancia?,

¿se puede conocer a alguien
tan sólo viéndolo pasar
o escuchando hablar de él, de ella?,
¿se puede conocer a alguien
estudiándolo e investigándolo?…

… ¿se te puede conocer
a Ti Señor y a Tu Iglesia
de esa manera?…

… ¿no son necesarios
los momentos, y la vida,
que facilitan los encuentros,
que despiertan sueños,
que generan vínculos,
que enhebran las miradas,
y, sobre todo, que abrazan?…

… ¿tanto miedo
le tengo a los encuentros
que siempre me quedo
guardando distancia?…

… ¿de dónde esta manía
de mirar de lejos,
de hacerme el gracioso
para desacreditar?…

… ¿cómo?,
¿que baje pronto?,
¿que te reciba en mi casa?,
¿que te mire a la cara
y te abra mi corazón,
mis entrañables entrañas?…

“… al llegar a ese lugar,
Jesús miró hacia arriba y le dijo:
‘Zaqueo, baja pronto,
porque hoy tengo
que alojarme en tu casa’;
Zaqueo bajó rápidamente
y lo recibió con alegría…”
(Lucas 19,5-6)

(… la “rosa sin por qué” es amiga de los encuentros que nacen de la gratuidad y hacen soñar… con el Evangelio de hoy, San Lucas 19,1-10…)