Inmediatamente…,
¿qué apuro tiene el amante
para estarse con el amado?,
¿qué prisa lleva el corazón
a correr hasta quien ama?,
¿qué inmediatez reclaman
los enamorados enamorados?
Inmediatamente…,
auroras infaltables de las mañanas,
que anticipan siempre los amaneceres;
gorjeos y cantos de los pájaros
sin nada que los retenga en el vuelo;
miradas, caricias y sonrisas
que no soportan balanzas ni medidas.
Inmediatamente…,
¡y doy tantas vueltas
con excusas que no excusan!;
¡y pongo mil reparos
para no decir que no quiero!;
¡y pido explicaciones
para maquillar mi indecisión!
Inmediatamente…,
¡no soy tan generoso
como pienso!;
¡no estoy tan disponible
como publicito!;
¡no quiero morir a mí mismo
y ser incondicional en el servicio!
Inmediatamente…,
¿cuándo dejaré
el “después”?;
¿cuándo renunciaré
al “más tarde”?;
¿cuándo superaré
el “ahora no”?
Inmediatamente…;
así el momento presente
es ayer, hoy y mañana.
“… inmediatamente,
ellos dejaron la barca y a su padre,
y lo siguieron…” (Mateo 4,22)
(… la “rosa sin porqué” vive el momento presente en la gratuidad con tanta intensidad que nunca hay un después… con el Evangelio de hoy, San Mateo 4,18-22…)