Hay quienes esperan

… hay quienes esperan,
trabajan y perseveran,
aunque se duerman;
y hay quienes no esperan…

… unos desean el encuentro,
vigilan y penan;
los otros dejan pasar,
no les interesa…

… espero,
¡deseo el encuentro!,
no la recompensa ni el premio,
no la paga ni el sueldo…

… Señor,
cuando me avisen que llegas,
en los ojos de los niños que se apagan,
en las manos del hermano que se alzan,
en las llagas del doliente que pasa,
en las luchas de las familias que aguantan,
en la oración que no se acaba,
en la Misa que todo lo alcanza…
… Señor, cuando estés a la puerta,
¡que sólo busque tu mirada
y, en un abrazo sin por qué,
se fundan nuestras vidas enamoradas!…

“… ya viene el esposo,
¡salgan a su encuentro!…”
(Mateo 25,6b)

(… la “rosa sin por qué” es gratuidad que no espera retribución alguna sino la dicha del encuentro que todo lo recrea… con el Evangelio de hoy, San Mateo 25,14-30…)