Hacía mucho frío

… hacía mucho frío, aunque no tanto como hoy… entonces fue en la soledad acompañada de un establo, hoy en la sola soledad de la que llaman la ciudad santa… han pasado treinta y tres años y, desde que te tuve por primera vez en brazos, mis ojos no han dejado de contemplarte, mis manos de servirte, y mi corazón de amarte… la inesperada sorpresa del anuncio de tu Nacimiento dio lugar a que se desatara la alegría contenida desde siglos en aquellos que esperaban la salvación de Israel… los días en la casita y en el taller de Nazareth junto a tu padre, el buen José, pasaron muy rápido como suele suceder cuando la dicha compartida es muy intensa… hoy los minutos duraron años, hasta que se detuvo el tiempo y te pusieron otra vez en mis brazos, pero destrozado y muerto… hace mucho frío, mi Niño, mi Hijo, mi Dios y Señor… ¿tenía que ser así?… en tu última mirada, transida de dolor, antes de inclinar la cabeza me lo dijiste todo: “mujer, ¡aquí tienes a tu hijo!”… mujer, me llamaste, como entonces en Cana cuando te dije que faltaba vino… soy tu madre y soy la esclava, y vuelvo a decir “¡hágase!”, ¡déjame besar tu frente antes de sembrarte!… la #rosasinporqué no tiene palabras para decirle a una madre que pierde a su hijo, solo calla y acompaña… tampoco hay preguntas, ¿para qué?… (con el Pasión según San Juan 18,1 – 19,42)…