Fuiste lo primero que vi

Fuiste lo primero que vi
cuando abrí los ojos,
al extender mi mano y sentirte
me descubrí otro, distinto,
y, sin embargo,
me toqué a mí mismo.
Desde entonces,
todos los días, cada día,
amanece en mi vida,
el sentido y el destino,
el principio y el final,
con similar ritual
de mirarte y sentirte,
de saber que estás,
mamá.

Nunca dejaste de abrazarme,
nunca me soltaste la mano,
nunca dejaste de mirarme,
pero nunca fui una posesión tuya,
no mutilaste mi existencia,
no malcriaste mis caprichos,
me modelaste para ofrecer y orar.
Animabas mis salidas,
y seguís festejando mis llegadas.
Me enseñaste, con papá,
a caminar encaminado,
a soñar enamorado,
a no pensar en mí,
a darme a los demás,
mamá.

Con el tiempo aprendí tu nombre,
aunque te sigo llamando “mamá”.

(… la #rosasinporqué es una parábola de la gratuidad de la maternidad…)