Fragancia de azucenas

Fragancia de azucenas
en la tranquila tarde nazarena,
una brisa que acaricia las piedras,
y peina las flores de las praderas.

Pareciera que es un día más,
pero nunca, para el Dios de la vida,
las cosas suceden así nomás.

Hay un tiempo para hilar
y hay un tiempo para tejer.

Hay un tiempo para hilar,
para ir sacando en soledad los hilos
de la masa informe de lo posible
con la yema de los dedos.

Hay un tiempo para tejer,
para ir trenzando los hilos
en la miniatura de cada puntada
como un sueño que crece.

Sin hilar,
solo se tejen
fantasías impacientes.
Sin tejer,
solo se hilan
hijos para la muerte.

Tu eres un Dios
que hila y teje,
que se acerca,
que se encuentra.

No quieres las distancias,
no toleras los desencuentros.

Te regalaste,
entre fragancias de azucenas,
a la niña nazarena,
para que Tu fueras el Emanuel,
el Dios con nosotros,
desde su vientre,
Belén cuidado por José,
hasta más allá de las alturas
para que en las bajuras
te encontráramos tan amado
y, siempre, tan cercano.

(… la “rosa sin porqué” da lugar a la vida y la gratuidad hace en ella maravillas… con el Evangelio de hoy, San Mateo 1,18-23…)