Es hora que desciendas a la altura del servicio

… “caminante peregrino”, la «realidad profunda» sólo es adivinada en el maravilloso espejo de la Belleza… cuando te gozas hallándola, el ojo te regala una visión que tiene horizonte… un cielo que te cubre, mares y montañas… perspectivas siempre nuevas en los valles… ¡los rostros esconden secretos inagotables!…

… pequeño y buen amigo, pequeña y buena amiga, la naturaleza, aquél espacio… noche y día, esplendores y nublados… te brinda, espejándote, algo de tu secreto… algo que está infinitamente más allá de los confines… basta que mires en «hondura», porque lo que no ves se entrega a ese «ojo» en múltiples significaciones… el espíritu, tu espíritu, es grande como el universo… ¡es hora que viajes más alto!…

… es hora que desciendas a la altura del servicio… esa “altura” es evocada por las cumbres de las montañas… “la” conoces, “la” sospechas, gracias a ellas… no es, desde luego, esas alturas, pero “la” descubres así gracias a ellas… ¡nunca pudiera vibrar tu corazón si no hallara su «miniatura» en la inmensidad de estos valles!…

… entonces, ¡vamos!… ¡arriba!… ¡allí donde te encuentras ponte de pie y respira hondo!… con la “pequeña oración” de la mañana, y de cada momento, te conviertes en templo de Dios, aún escondido… resuene, pues, aquí mismo tu plegaria que es la del Espíritu, con gemidos inefables… “siervo inútil, siervo inútil, siervo inútil”… nada más, nada menos… desayuna y matea con la Verdad del “pan del día”, (Lucas 17,7-10: “… siervo inútil… ”)…