El silencio que llevas es atención a los hermanos

… “caminante peregrino”, tu caminar carece de resonancias y de cualquier publicidad externa… y esto, también, para contigo mismo… es imprescindible que dejes la ambición de ser tenido por algo… es urgente horadar la muralla que cierra y cubre tu corazón… camino de “abandono” y de silencio profundo es que llevas… porque es allí mismo donde todo acontece… el acontecer se da en lo escondido, el acontecer que más te atañe y que más te debiera interesar… atiende y retorna incesantemente a este “centro” ha de ser tu tarea…

… pequeño y buen amigo, pequeña y buena amiga, sí, es hora de atender… quisieras ubicarte donde más te corresponde… hallar, en suma, aquel “centro”, que todo explica y a todo da sentido… es entonces cuando te das acabada cuenta que a cada momento has de retornar a casa… sí, a casa, a tu casa… que es lo mismo que decir ¡a la casa de tu Padre!… nada hay tan tuyo, nada tan familiar, nada tan invitante, nada que te regale mayor consuelo…

… tus pasos te conducen rápidamente en la misma medida de tu querer y deseo… la invitación está abierta… las fuerzas, también, a tu disposición… y descubres enseguida la “senda”… ¡nunca es lejos!… siéntate aquí no más… no te arrojes, quédate derecho y calla… respira hondo y goza del silencio que se te brinda y que asciende desde tu interior… no es una ausencia, al contrario… el silencio que llevas es atención a tus hermanos … no dejes que nada, ni nadie lo perturbe…

… entonces, ¡vamos!… ¡arriba!… ¡allí donde te encuentras ponte de pie y respira hondo!… con la “pequeña oración” de la mañana, y de cada momento, se callan voces y fantasmas… este silencio, que parece vacío y nada, es, de alguna manera, ocasión y lugar… ¡es pleno!… el Señor te ha llevado al desierto para hablar a tu corazón… para que estés atento, prevenido, porque no sabes ni día ni la hora… desayuna y matea con la Verdad del “pan del día”, (Mateo 24,42-51: “… estén prevenidos…”)…