El deseo no se comparte, se contagia

… “caminante peregrino”, ¿sabes qué es el «deseo»?… es preciso que recuerdes que eres lo que deseas… pero el deseo «escondido» y profundo está en ese «secreto» del Padre que, habitualmente has de considerar… hay una relación fecunda entre el deseo y el silencio, entre el deseo y la soledad, entre el deseo y la libertad… el deseo no se comparte, se contagia…

… pequeño y buen amigo, pequeña y buena amiga, el deseo de estar con tu Señor es preparase pare el encuentro… pero la verdad es que el Señor ya se te ha dado… es verdad que el Espíritu ha venido a tu corazón y que allí Lo hallas siempre… pero esta peregrinación se alimenta del deseo y has de desearlo cada vez más…. nada satisface tu «deseo»…

… día a día se apagan las luces, que tenías por nuevas y duraderas… cuando esto así acontece es necesario que te detengas al menos un instante… que escudriñes en tu corazón y que te abismes en la quietud pequeña… que des tiempo al respiro y no encierres en razonamiento alguno… sólo mira y embelésate con lo que aún no ves… sólo gusta lo que ya está llegando… y deja…

… entonces, ¡vamos!… ¡arriba!… ¡allí donde te encuentras ponte de pie y respira hondo!… con la “pequeña oración” de la mañana, y de cada momento, deseas lo que ya posees… con San Agustín en su día puedes decir: “¡tarde te amé, Belleza tan antigua y tan nueva, tarde te amé!… Tú estabas dentro de mí y yo fuera, y por fuera te buscaba, y deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste… Tú estabas conmigo mas yo no lo estaba Contigo”… desayuna y matea con la Verdad del “pan del día”, (Mateo 25,1-3: “… ya viene…”)…