El pequeño, este pequeño, ¡siempre tiene Padre!

… “caminante peregrino”, es posible que tu fatiga de peregrino sea muy grande… más posible todavía es que no te sientas comprendido o aceptado… o no halles paz en tus tiempos y en tantos lugares… sin embargo Dios te llama y la voz interior no calla… entiéndelo bien: Dios no te llama a este lugar en especial, cualquiera sea… ¡te llama a «seguir»!… el Señor te llama a seguirlo, a Él… porque tal cosa comporta tu vida de caminante y las variaciones pueden ser infinitas…

… pequeño y buen amigo, pequeña y buena amiga, no te extrañes de las escasas coincidencias entre las cosas que suponías necesariamente juntas… o de acuerdo con no sé cuáles principios… el Señor te convoca por vías insospechadas y despierta sentidos escondidos en tu corazón… no es el hombre juguete caprichoso de nadie… ni siquiera de quienes se tienen por poseedores de cetros…

… la «voz» de Dios necesita de silencio y de respeto para ser percibida… y nunca de atropellos del color que sean… es preciso, pues, que continúes a pesar de todo, por un camino siempre inédito… de algún modo siempre nuevo… que se labra con tus pasos, en confianza y en paz… sigue, nomás, en confiado abandono… como la pequeña Teresa, con el arrojo de la Esperanza, con la sencillez del niño…

… entonces, ¡vamos!… ¡arriba!… ¡allí donde te encuentras ponte de pie y respira hondo!… con la “pequeña oración” de la mañana, y de cada momento, sigues a tu Señor con la sencillez del niño, con la vocación del más pequeño… es la mejor invitación a la grandeza y a la gloria… ¿no quieres entenderlo?, ¿no acabas de aceptarlo?… sin embargo el tesoro está allí… el pequeño, este pequeño, ¡siempre tiene Padre!… ven al Padre, déjate levantar en sus brazos, en su Amor infinito… desayuna y matea con la Verdad del “pan del día”, (Lucas 9,57-62: “… sígueme…”)…