¡Desciende al corazón para conquistar alturas insospechadas!

… “caminante peregrino”, buscas a diario mil cosas con diferentes propósitos y no pequeñas ilusiones… y sufres también esas “ausencias” tan reiteradas que te reducen y te cierran el paso por el desconcierto que causan… hasta que un día, no sabes cómo ni cuándo, se despeja ese cielo cubierto, que ensombrecía tu andar… “¡te vi debajo de la higuera!”… y comienzas a descubrir que en la soledad nunca estas solo en verdad… comienzas a percibir una “plenitud” que no sospechas ayer…

… pequeño y buen amigo, pequeña y buena amiga, ¡ah, esos pensamientos inoportunos, que te descorazonan!… acepta el silencio, aun en medio del fragor de los combates… la impresión superficial puede aparecer desoladora… se te antoja que estas aquí no más, inmóvil, detenido, sin lograr dar un paso hacia adelante… se te antoja retornar, una y otra vez, a las maneras que se imponen por allí fuera… e imitas los esfuerzos de quienes, tal vez, no arriban a ninguna parte… ¡nada de todo eso!… tu camino carece de resonancias y de cualquier publicidad…

… es imprescindible dejar la ambición de ser tenido por algo… es urgente horadar la muralla que cierra y cubre el corazón… camino de “abandono” y de silencio profundo… porque es allí mismo donde todo acontece… a pesar de cualquier distancia, el espíritu salta por encima de todo límite… ¡y te lleva adonde tu corazón prefiere!… redescubrir el desierto y la oración profunda comporta trascender, a cada paso, las fronteras que se levantan y que parecen que te obligan a no volar…

… entonces, ¡vamos!… ¡arriba!… ¡allí donde te encuentras ponte de pie y respira hondo!… con la “pequeña oración” de la mañana, y de cada momento, vuelves al corazón y descubres esa «apertura» escondida que no se deja conquistar al primer intento… ¡el cielo está abierto y no lo adviertes!… es hora que desciendas al corazón para conquistar esas alturas insospechadas que tanto ansía tu alma… ¡es la ocasión!, tu “higuera”, como siempre aquí y ahora… desayuna y matea con la Verdad del “pan del día”, (Juan 1,47-51: “… te vi debajo de la higuera …”)…