El día ha sido largo,
ya se han retirado todos,
y la Madre duerme…
… aprovecho Niño a mirarte,
no puedo sacarte los ojos,
ni el corazón, de encima…
… me imagino lo que sentirán
todos los padres en todo el mundo
al contemplar a sus hijos recién nacidos…
… asombro, impotencia,
responsabilidad, alegría,
desconcierto, felicidad…
… sí, mi Niño,
experimento una felicidad indescriptible,
¡no sé cómo decirlo!…
… te miro, Hijo,
también mío,
sonrío y lloro, lloro y sonrío…
… ahora comprendo “eso”
que todo está “inmejorablemente bien”
aunque nadie nos haya recibido…
… bienaventurado infortunio,
posada sin lugar,
que hizo que me concentre en lo esencial…
… no existen azarosas desgracias,
son las situaciones y las circunstancias
más exquisitas y valiosas del Plan…
… ¡Hijo, también mío, soy feliz!…
(… ¡que la Navidad, el nacimiento de Jesús, querido amigo, querida amiga, te haga inmensamente feliz!…)