Disponibilidad incondicional

Disponibilidad incondicional,
que madura lenta
pero ininterrumpidamente,
en un clima de alegría.
La gratuidad encontró
un almácigo de total humidad,
germina y crece,
y se pone en camino
para servir.

Y canta. Sí.
Canta.
El alma canta.
La alegría se canta.
Todo el ser canta.
La gratuidad se canta.
La humildad canta,
y no lo sabe.
Pero no importa.

La humildad canta
y su melodía se extiende
por todos los espacios
y alegra a las generaciones,
que entonarán con Ella
las canciones de la tierra.

Sus manos trabajadoras,
ajadas por las tareas cotidianas,
danzan en el aire su dicha.
Es una Joven nazarena
con sus raíces de olivo
de una tierra diezmada.

Se sabe existir en unos ojos
que la miran con ternura
y desde ahí llega Ella cada instante
hasta el centro de sí misma.
Exultan de gozo sus entrañas
y exalta al Dios que la mira.

Es enteramente apertura
a lo Imposible,
así como la boca del cántaro,
que lleva sobre el hombro,
acoge el agua de la fuente.
Y se vuelve el canto fragancia.

Será la Madre de su origen,
por Quien todo ha sido creado
y por Quien todo se abre
a la Bondad de lo Inaudito,
aunque recién nacido
ya quieran matarlo, descartarlo.

Son los poderosos de cartulina,
que por la fuerza y con mentiras,
ostentando magnificencia,
para oprimir y esclavizar,
al Fruto bendito perseguirán,
azotarán y crucificarán.

Pero nada impide el canto,
que no es espectáculo

en los escenarios de fanáticos, sino que es concierto
de una vida entregada
desde las entrañas.

“… y María dijo entonces:
‘mi alma canta
la grandeza del Señor’…” (Lucas 1,46)

(… la “rosa sin porqué” canta la gratuidad que la mira, sustenta y mima… con el Evangelio de hoy, San Lucas 1,46-55…)