Despejado

… despejado,
calidoscopio de posibilidades,
no siempre de oportunidades,
después de la lluvia,
después de la tormenta…

… despejado y atardece,
invitación a cruzar a la otra orilla,
desafío de ir más allá, ¿a dónde?,
volver a la incertidumbre,
a la posibilidad de la tormenta…

… en el mientras tanto,
mientras la noche se avecina,
y las certezas se difuminan,
aunque esté despejado afuera,
el adentro se atormenta…

… cuando se pierde la confianza,
entra agua en la barca,
la cáscara de nuez se inclina,
con la turbulencia de las dudas
y las miradas buceadoras de culpas…

… ya no se ve al Maestro,
inconfundiblemente presente,
aunque sanamente durmiendo,
sobre algún cabezal providente
de corazones que velan y esperan…

… y la Voz amada resuena,
dándole imperiosa orden a la tormenta,
despejando el desconcierto de la prueba,
invitando al suave abandono
de la confianza en la Providencia…

“… después (Jesús) les dijo:
‘¿por qué tienen miedo?,
¿cómo no tienen fe?’…”
(Marcos 4,40)

(… la “rosa sin por qué” enfrenta las tormentas sin atormentarse confiando en la gratuidad de la Providencia… con el Evangelio de hoy, San Marcos 4,35-41…)