… ¿tu deseo es ir más rápido?… ¿adónde?, ¿tan «rápido»?… supones que es cuestión de añadir, una cosa sobre otra… ganar más, hacer más, lograr más… necesitas esas «manifestaciones», siempre exteriores a ti, que te den, que te proporcionen una certeza que tu corazón no alcanza y se fatiga por conquistar… no aspires a ninguna calificación, ni a ninguna definición… tampoco te esfuerces por adquirir ahora la categoría que sea… ¡simplemente vive!… el secreto está allí: en arrojarse y vivir, vive sin la definición… porque no es lo mismo creer en la vida eterna que en la vida larga… y hoy se practica un frenético culto a la vida larga con toda una ascética casi religiosa: aerobic, herbolarios, dietas alimenticias, naturismo… todo lo cual, obviamente, está bien, pero deja de estarlo cuando achata el horizonte existencial del hombre… cuando reduce el aprecio y la pasión por la vida a una cuestión de estética o de cosmética… confundir la felicidad con una fórmula antiarruga o con un plan adelgazante, es cambiar la eternidad por la longevidad, la casa de Dios por el gimnasio o la sauna, la adhesión a la vida toda por el apego a la adolescencia… la “rosa sin porqué” vive sin más, el mucho tiempo no le interesa sino la eternidad que se da en un instante de gratuidad… ¿te preocupa vivir más o llegar el cielo?, ¿te entristece envejecer?… (con el Evangelio de hoy, San Lucas 20,34-38)…