Descolocado y sorprendido

… descolocado y sorprendido, Señor,
por la alegría contagiosa de tus amigos,
busco con pasión la fuente de la misma,
para aprender a ser feliz con mis tristezas…

… tus Palabras amorosas y desafiantes
provocan a la pegajosa y escurridiza pereza
que contamina y enferma mis días
haciendo que la mediocridad reine en mi vida…

… digo que no puedo,
pero en realidad no quiero…
… me parece demasiado,
no es justo, no es lógico…

… ¿amar a los enemigos?,
¿hacer el bien a los que me odian?,
¿dar a todo el que me pida?…
… ¿por qué?, ¿para qué?…

… un amor tan desmesurado,
¿acaso no fomenta desigualdades
entre quienes lo aceptan
y entre quienes lo desprecian?…

… ¿acaso el fuego dejará de incendiar?,
¿el agua se olvidará de inundar?,
¿los hombres evitaran matar?…
… ¿todo esto se supera al rezar?…

-Amiga y amigo,
no se trata de dar a todos lo mismo,
sino de dar a cada uno lo suyo,
y agregar siempre algo más.
Con dar así ya es mucho,
pero no alcanza si no “te das”;
y con “darte” no haces demasiado,
ya que si no te “compartes”
las cosas siguen igual.

“… sean misericordiosos,
como el Padre de ustedes es misericordioso…” (Lucas 6,36)

(… la “rosa sin porqué” aprendió con y desde la gratuidad a compartirse sin más de más… con el Evangelio de hoy, San Lucas 6,27-38…)