Dame de beber, amigo

… dame de beber, amigo, aún cuando más no sea derramando tu pocillo… dame la posibilidad de ser yo el que esté en deuda contigo… quiero que sea la excusa para seguir siendo tu amigo y continuar este diálogo que comenzó tan atrevido… no creas que es limosna, ni cosa que te pido sin permiso, sólo quiero que sea hoy, tan tuyo como mío… si me das de beber, verás tu corazón, crecerte como un río, y en lo más hondo de ti, un manantial traerá tu voz de niño, es el murmullo de la vida que renueva su hechizo… dame de beber, por favor, lo repito, no retengas las aguas, que inundarás tu caserío… dame de beber y dejarás de ahogarte en tu propio remolino, revuelto en mil reclamos y enredado en tus caprichos… dame de beber, tan solo una vaso de agüita limpia, ¡me basta tan poquito!, sediento soy de ti, amigo, y tu mendigo… la “rosa sin porqué” da de beber con la gratuidad de su presencia y de su belleza cristalina… ¿das de beber a los sedientos que cruzas en el camino?, ¿dejas que los tuyos te den de beber para ser deudor y, a la vez, mendigo de ellos?… (con el Evangelio de hoy, San Marcos 9,41-50)…