¡Cuántas veces no habitas donde moras!

… ¡cuántas veces no habitas donde moras!… estás, pero no estás… tu corazón, tus ojos y tus oídos, están “idos” allí donde deambulan los deseos o acá donde se concentran tus intereses… hijos que reclaman la herencia cuando sus padres aún están vivos, y no disfrutan de sus compañías sino que sueñan con irse de la casa viviendo de arriba hasta despilfarrar lo amorosamente recibido… hijos que se quedan, pero no son capaces de ver a los hermanos ni viven la familia como una fiesta… esposos en clave de hijos menores que quieren irse para gozar de la vida y de hijos mayores que reniegan y discuten todo el día… bautizados que les pesa la comunidad y hacen la suya con las gracias recibidas, bautizados que jamás son servidores ni se esfuerzan por la convivencia… si te fuiste, ¡vuelve a casa!, ¡regresa a tu casa!, ¡tu padre te espera!… si estás pero te quedas afuera, ¡entra a casa!, ¡siéntate a la mesa!, ¡tu padre te busca, te llama, también te espera!… que en esta Cuaresma puedas habitar dónde moras… que tu corazón vuelva a la familia, que tus ojos se detengan en los tuyos, que tus oídos disfruten hasta de los ruidos de la casa… la #rosasinporqué habita donde mora, y la gratuidad le hace vivir en permanente acción de gracias… ¿disfrutas tu familia?, ¿habitas donde moras?… (con el Evangelio de hoy, San Lucas 15,1-3.11b-32)…