… cuando te has descubierto en tu miseria porque te descubrieron… cuando se desencadena la furia de los acusadores… cuando la venganza y el odio cubren los corazones de rencores inconfesables… cuando ni tú mismo te perdonas haber llegado a esa situación en tu vida… cuando se olvida la vocación al perdón, ¿qué queda?… quedas perplejo ante las derrotas y víctima de la desesperanza… y, sin embargo, hay un camino, un pequeño camino, es verdad que estrecho, que todo lo abre y todo lo brinda… es un camino que te lleva a «otro lugar», camino de encuentro y de sinceridad, camino que comporta ese «reconocimiento» que devuelva la verdadera libertad a tu vida y te descubra una suerte de identidad nueva no prevista ni soñada… el inmisericorde nunca queda conforme y sigue murmurando y mascullando detrás de las paredes… muchos necesitan declamar su supuesta inocencia y, para seguir condenando, acusan y se acusan… grandeza del perdón y fuerza de quien sabe perdonar… el Señor te llama a trascender horrores y a superar engaños… ¡déjate perdonar y perdona!… la #rosasinporqué al perdonar gratuitamente devuelve la vida y deja que amanezca la esperanza… ¿eres de los que tienen vocación de acusadores?, ¿sigues arrojando piedras o aprendiste a dejarlas?… (con el Evangelio de hoy, San Juan 8,1-11)…