Creíamos poder excluir a Dios

… creíamos poder excluir a Dios de nuestro ámbito cerrado o encerrarlo a Él mediante nuestra acción… sin embargo, hemos patentizado la exclusividad de su Amor que nos mantiene apretados en Sus brazos: ¡Él creó su Corazón y lo puso en medio del mundo!, un corazón humano que conoce el impulso y el anhelo de los corazones humanos… ¡ya no se podía evitar Su muerte en adelante!, pues ¿qué corazón se puede proteger a sí mismo?… no sería un corazón si estuviera blindado y protegido, no sería un corazón si, entregándose sin protección a la corriente impulsora, distribuyendo vida del propio acopio inagotable de vida, no olvidara todo lo demás en el júbilo de este derroche… la Vida eterna eligió para sí el lugar de un corazón humano, decidió vivir en esta tienda de campaña tan movediza, y dejarse alcanzar… ¡qué desnudez se ha dado Dios a sí mismo, qué tontería ha cometido!… de este modo, Dios se abrió al mundo, acogió en Sí al mundo, se convirtió en Corazón del mundo, se enajenó para ser Corazón del mundo… su Corazón vino a ser camino principal, por el que descienden las caravanas de la gracia y por donde ascienden las largas filas de los que lloran y de los mendigos… la “rosa sin porqué” tiene sus raíces en la gratuidad del corazón… ¿edificas tu vida, y la vida de los tuyos, sobre el amor, sobre el corazón?, ¿tienes tu corazón dividido y, por lo tanto, te vuelves inestable y insustentable?… (con el Evangelio de hoy, San Mateo 7, 15-20)…