Camino del desierto

… camino del desierto,
por la geografía interior,
con paisajes de desolación
pero, también, de encuentros,
por la voz del Amado
que le habla al corazón…

… en medio de las sombras,
en los aullidos de la conciencia,
acechando la caducidad,
se asoma la culpa,
se despierta el miedo,
y te encuentras con la soledad…

… Señor, ¿dónde estás?,
es de noche afuera y adentro,
en el desierto…

… me muestras, Señor,
que eres la Luz,
pero no una luz de sol
que baña las criaturas
en las orillas de la piel;
no eres la luz
que deslumbra las miradas,
ni con tu fulgor
diluyes todo lo viviente…

… Señor, Tú eres la Luz
que me hace visible
desde dentro,
amaneces cada día
en el interior de mi cuerpo
por el Oriente infinito
de mi deseo;
enciendes toda creatura
y vuelves transparente
el celemín que te encubre
en las noches;

… toda luz crea sombras,
pero Tú, Señor,
eres la Luz que las disipa…

… ¡tantas creaturas
beben ansiosas cada noche
su ración de luces pasajeras
en vasos seducidos!,
cuando yo las mire,
¿les brillará en mis ojos
el reflejo amigo
de Tu Luz, de su luz,
que las habita
y desconocen?…

… camino del desierto,
con Tabores
de encuentros…

“… allí se transfiguró
en presencia de ellos:
su rostro resplandecía como el sol
y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz…”
(Mateo 17,2)

(… la “rosa sin por qué” vive el camino penitencial de Cuaresma y la gratuidad le recuerda su vocación de luz a pesar de las sombras… con el Evangelio de hoy, San Mateo 17,1-9…)