¡Arremángate silenciosamente tu corazón arrodillado!

… “caminante peregrino”, ¿perder o ganar?, ¿ser el primero o el último?, ¿ser grande o pequeño?, ¿ocupar aquel o éste puesto?… se te proponen tantas falsas alternativas… sobre todo, eso de llegar al mayor de los resultados y obtener el mejor premio… es posible que te juzgues mal y que tengas por derrota lo que, en realidad, es una victoria… porque no es éste camino de jerarquías el que te interesa…

… pequeño y buen amigo, pequeña y buena amiga, no arribarás nunca a satisfacciones, ni a regalos, ni a descansar en esos «resultados» que se tienen por definitivos… las campanas más bellas suenan más lejos o más cerca, pero en claves muy diferentes… una vez más: ¡no estás donde crees estar!… no eres lo que sospechas, ni posees esto o aquello… tu vida y la de tus hermanos es un Misterio… y el Misterio del hombre puede ser tan grande como el Misterio de Dios…

… deja las pequeñeces más pequeñas, donde gimen las máscaras y seduce no sé qué poder… ¡deja que corran y que chillen!… todo eso no te empeña, nada tienes que ver con ello… el mediocre pretende satisfacerse jugando a ser mandón… es trágico y es triste, ¡no pierdes con servir, no ganas con mandar!… sólo ponte a lavar los pies a tus hermanos… deja y calla peleas y disputas… entra en la misma intimidad que te ha sido regalada y cuya luz brilla siempre en lo hondo del corazón…

… entonces, ¡vamos!… ¡arriba!… ¡allí donde te encuentras ponte de pie y respira hondo!… con la “pequeña oración” de la mañana, y de cada momento, abandonas cualquier pretensión de poder y de puesto… deja las discusiones sobre lugares que no existen… arremángate silenciosamente tu corazón arrodillado… desayuna y matea con la Verdad del “pan del día”, (Mateo 20,20-28: “… el que quiera ser grande, que se haga servidor… ”)…