… aquél viajero asaltado por los ladrones y auxiliado por el «buen samaritano», ¿qué pudo?: tal vez padecer, pero -sobre todo- recibir la ayuda y la compasión de otro… el «hijo pródigo», ¿qué pudo hacer?: sólo volver a su casa y recibir el amor de su padre… y la célebre «mujer adúltera», ¿pudo algo más que quedar allí mismo, presente y en silencio, ante los acusadores y ante el Señor?: nada más y nada menos… porque, por lo general, «no-puedes», cuando no hay «fuerzas» y cuando atenazan hechos y personas… es un misterio muy grande el «no-poder» con que el amigo y la amiga de la rosa tropieza por las sendas de esta tierra… pocos son los que «saben» de él y muchos los que «pasan» mirando de reojo… ¿es «hermoso» saberte impotente o desconocido?… no te permitas ninguna respuesta apresurada para no caer en vanidad ni en tontería… pero lo cierto es que existe, pequeño, pequeño y, al mismo tiempo, grande, grande, este «no-poder», estos límites cuya calificación y medida resultará siempre vana… “aquel que no puede” es el que pide, el que llama y el que busca… en última instancia, el que espera… la #rosasinporqué no desespera de su no-poder, sino que pide con confianza, llama con insistencia y busca con pasión… ¿eres reacio a pedir, a llamar y a buscar poniendo en evidencia tu soberbia?, ¿reconoces tu no-poder y lo asumes sin desesperar?… (con el Evangelio de hoy, San Mateo 7,7-12)…