… amigo y amiga de la rosa, percibes, a veces lejano, el eco de la tempestad… pero también es frecuente, y muy frecuente, que te halles en medio o debajo de ella, padeciendo efectos que no son agradables… en suma, los vecinos hablan demasiado y la palabra sin el ámbito del silencio produce hondas heridas y diversos males… es el “signo” de la “hora”, de la terrible hora de hoy, que sacude su rigor cuando menos lo aguardas: ¡la palabra manoseada, sin el señorío del silencio y de la discreción!… entonces como hoja afilada deja trazado su paso sangrante, o provoca la enfermedad o la muerte… ¡cuánto gana el hombre callando!, ¡cuánto mal ahorra a próximos y extraños!… términos y vocablos arrojados donde no se sabe y de cualquier manera… la palabra es el más noble de los signos que tiene el hombre, pero puede convertirse, envilecida, en el peor de todos… cuando oigas despropósitos o errores, cuando lleguen esas tristes risotadas que agitan el aire por todos lados: calla tú, serenamente, en la percepción de tus sentido, déjalos en vacación y en paz… cuando atiendes demasiado, gritas y te agitas en la misma medida que escuchas… el ruido desacompasado no dice nada, es pura vaciedad y molestia… la “rosa sin porque” es un signo elocuente que la gratuidad y la belleza no necesitan de los ruidos de la propaganda… ¿eres dueño de tus palabras y silencios?, ¿eres con tu silencio un testigo y un signo del valor de la palabra?… (con el Evangelio de hoy, San Lucas21,29-33)…