Amaneció

… amaneció,
y el resplandor del sol naciente
impidió la visibilidad de la “estrella”
que por las noches brilla, tímidamente, titilando
invitando a despertar esperanzas y sueños
a los inquietos buscadores de respuestas…

… la noche amiga
nos resulta mágica y benéfica,
gracias a ella al ver la “estrella”
nos ponemos en marcha,
mientras una brisa ligera
nos refresca, vivifica y recrea…

… quisimos apurar el paso,
y no detener la marcha,
pero el impiadoso sol de frente
ciega alrededor de lo que alumbra
y consume las ganas y las energías
de los que caminan sólo durante el día…

… no fue en la afamada Jerusalén,
sino en la escondida y silenciosa Belén,
donde se detuvo aquella estrella…
… no es en los palacios de vidas dispersas,
sino en los ranchos de familias sencillas,
donde encontramos las auténticas respuestas…

… nos dicen “reyes magos”,
pero sólo somos escrutadores
de los cielos estrellados,
apasionados y desinteresados,
que en los cofres del corazón llevamos,
para ofrendar, lo previamente dado…

… en esos cofres “interiores”
guardamos, bien custodiado,
aquello que la vida nos ha devuelto:
el “incienso” de las horas de oración,
la “mirra” de la fragilidad y los sufrimientos,
y el “oro” de la entrega gratuita, alegre y generosa…

“… vimos su estrella en Oriente
y hemos venido a adorarlo…” (Mateo 2,2b)

(… la “rosa sin porqué” busca con pasión y desinterés la estrella de la gratuidad…, con el Evangelio de hoy, San Mateo 2,1-12…)