… ahora, ya y no mañana…
… por los caminos polvorientos de la vida,
por las lejanas sendas
donde creíamos hallarnos alguna vez…
… surge, única, la figura de la madre,
dejando sonar en los aires
la sin par melodía
de una presencia siempre nueva…
… presentes,
haciendo presente el bien,
presentando oportunidades,
nunca ausentes…
… no es necesario enmarcar a las madres
para que nos entreguen su secreto,
ni aguardar demasiado
las cualidades que les pertenecen…
… sus rostros amados,
incomparables,
nunca precisan presentación…
… ellas son “presencias que presentan”…
… quisiéramos cantar,
con vigor y fuerza,
lo que no cabe en las estrechas medidas
de nuestras palabras…
… quizá a la hora del ocaso,
quizá cuando aguardamos
un claro amanecer…
… ahora, ya y no mañana…
… porque es la aurora
la que despierta y dispersa nuestras sombras,
por allí temprano, más allá de los bosques,
de los lagos y de las montañas…
… nada queda en descuido…
… porque cierta ausencia
no desvanece ni se oculta…
… ¡abre el corazón y verás!…
“… ahora, Señor,
puedes dejar que tu servidor muera en paz,
como lo has prometido,
porque mis ojos han visto la salvación…” (Lucas 2,29-30)
(… la “rosa sin porqué” descubre la salvación mirando con gratuidad de corazón… con el Evangelio de hoy, San Lucas 2,22-32…)