Vino a los suyos y éstos no lo recibieron

… «vino a los suyos y éstos no lo recibieron»… ¡misterio cuyo eco resuena en toda la historia!… ¡cuántas incomprensiones, cuántos olvidos, cuántos desprecios!… sobre todo en la hora de la «poca atención», cuando el hombre se siente desatendido, marginado, postergado… esto halla su sentido, aunque la distancia sea muy grande, en el «Descenso» y «Abandono» de la Cruz… ¡cuántas veces sufres ciertas injusticias de pequeña o grande medida y no sabes hacia dónde mirar, hacia donde partir o cuál es el sentido de lo que te hiere y te derrota!… sólo la Mirada Única del Señor, sólo la Bondad inefable de sus Ojos siempre abiertos para ti en la noche del Huerto, en ese Getsemaní de tus horas y de tus días… porque Él está aquí… muchos son los que gritan y agitan aires y aguas para ser tenidos en cuenta, para acentuar la «importancia» de sus opciones, de sus sufrimientos, de sus luchas… pero es el silencio de la oración el que en realidad reconforta… ¿qué más decir?, ¿que estas solo?, ¿que, tal vez, careces de defensa?… todo esto es posible, pero esta soledad es garantía de una Presencia infinitamente más alta… ¡ah, dolor!, ¡quisieras despedirte de una vez por todas!, pero aún es preciso orar en el silencio de la noche… la #rosasinporqué se deshoja y nadie la llora, volverá a abrirse y todos aplaudirán… ¿has sabido acompañar y llorar la muerte o te resulta indiferente?, ¿sigues distraído y desatento como si no hubiera pasado nada?… (con la lectura de la Pasión de hoy, San Juan 18,1 – 19,42)…