“Vamos a morir de sed”, dije

… “vamos a morir de sed”, dije… “yo también tengo sed, busquemos un pozo”, dijo el Principito… y agregó: “el agua puede ser buena, también, para el corazón”… no comprendí su respuesta… después de un rato el Principito agregó: “el desierto es hermoso… lo que embellece al desierto es que oculta un pozo en alguna parte”… me sorprendió comprender de pronto esta misteriosa irradiación de la arena… como el Principito se dormía, le tomé en mis brazos y continué la marcha… estaba conmovido, me parecía llevar un tesoro frágil… yo miraba a la luz de la luna esa frente pálida, esos ojos cerrados, esos mechones de pelo que ondulaba el viento… y me dijo: “lo que veo aquí sólo es corteza, lo más importante es invisible… no se ve bien sino con los ojos del corazón, pues lo esencial es invisible a los ojos”… caminado así, descubrí el pozo al nacer el día… amigo de la rosa, el desierto parece no saber de flores, evoca la aridez, pero es fecundo como un rosedal… y como no tiene fronteras es capaz de llenarse de pozos y tornarse fértil… es cuestión de ver con el corazón atento, se trata de velar, de esperar despierto… no te dejes vencer, no dejes de desear y de buscar el “pozo”… la #rosasinporqué vela todos los días desde la gratuidad, por eso no renuncia jamás a sus deseos… ¿perseveras en tus deseos aunque estés en el desierto?, ¿te mantienes vigilantemente atento o te distraes?… (con el Evangelio de hoy, San Lucas 12,35-38)…