El único pecado grave es hacerse grande

… el único pecado grave es hacerse grande… deja, entonces, de lado esa ansiedad enfermiza por crecer, esa agresión compulsiva de que te vean grandote, esa vanidad efímera del ridículo agrandado… ¡sé niño, vuélvete niño pequeño!… ¿se trata, acaso, de una especie de esfuerzo, de efectivo voluntarismo, para transformarte, tal vez según un método, en lo que ya no eres?… no es eso, porque ese «niño», éste «niño», ya vive en tu corazón… cada uno es llamado a la vida, cada uno es único, y se halla -si quiere- en esa profundidad dichosa de haber sido gratuitamente convocado a la existencia… “préstame tus ojos, pequeño niño, y veré más lejos… veré que el mundo no acaba donde yo lo comienzo, ni tampoco da vueltas alrededor de mi centro… veré que el tiempo supera la hartura del momento, y aún así se salva todo en la guarda de lo eterno… veré que no estoy solo, que hay muchos otros, también, con un proyecto… veré que Alguien hizo todo con mano de Arquitecto, y pensó sabiamente hasta lo más pequeño… veré que voy muy feo cuando en caprichos me interno, y que en mi casa hay de todo, sólo que yo no lo encuentro… veré que lo que yo no comprendo y menos aún merezco, es justamente el amor de los demás por mí, tan verdadero…”… la “rosa sin porque” se nutre de la gratuidad por eso se mantiene niña… ¿buscas descender a las alturas de la niñez?, ¿conservas la inocencia de la confianza y de la sonrisa?… (con el Evangelio de hoy, San Mateo 19,13-15)…