… “tus pecados te son perdonados”… ¿qué necesidad tengo yo que me los perdonen?… si no puedo caminar, paralítico encadenado a una camilla, ¿para qué quiero limpia y libre el alma?… quiero moverme de una vez por mí mismo, no soporto depender siempre de los demás… los comienzos de Dios en la historia son pequeños, escondidos, nocturnos, eternidad sin testigo en corazones humanos… una cuna de juncos en la corriente del Nilo, una llama de zarza en la soledad del desierto, el sí de una adolescente en la intimidad, un sueño para ser adivinado en la confusión de la noche, un profeta solo en el Jordán ante el futuro encarnado, una chispa luminosa al cruzarse dos miradas, un rubor en la mejilla al decir un nombre propio, un cuenco de agua fresca junto al brocal de un pozo, un vaso de vino en la mesa del publicano ladrón, un perfume de nardo ungiendo para la muerte… una camilla acarreando la impotencia en manos amigas… ¡inicio infinito a la medida de nuestra pequeña estatura!… ¡camina!… ¡regalo de la inmensidad que se entrega y no abruma!… ¡camina!… ¡Tú que dialoga y crece en la carne que lo acoge!, ¡respeto a lo que somos y a lo que seremos!… ¡te perdono los pecados que paralizan tu corazón para amar!… la #rosasinporqué se deja perdonar por la gratuidad, por eso no sufre ninguna parálisis para amar… ¿te dejas perdonar?, ¿ayudas a amigos que necesitan camillas para sus corazones postrados?… (con el Evangelio de hoy, San Mateo 9,1-8)…