Dos y dos son cuatro

… dos y dos son cuatro, es el tiempo de la madurez… pienso, actúo, triunfo… me siento dueño de la vida y de mis propios recursos… lógico, seguro, consecuente, invierto y gano… no comprendo la pesadumbre de los que arrastran sus gemidos… pero llega un día en el que dos y dos suman tres, uno, cero…me encuentro con los límites de las personas concretas y de mi propia biografía, no me cuadran las cuentas… la confusión me genera peguntas: ¿qué hago?, ¿qué sentido tiene mi vida?, ¿me equivoqué de camino?… es el tiempo de la fidelidad… aprendo a andar con los remiendo al aire, a querer a las personas con sus manías recurrentes, a acoger la sombra de la vida… en un momento inesperado mana la ternura y otras cuentas… dos más dos son siete, diez, cuarenta, una suma innumerable… más allá de los límites está la vida incontenible sonriendo por encima de cercas y de clavos… empiezo a sumar como propio lo que antes veía ajeno, y lo mío se lo reparten tantos que me siente inacabable… la mirada descubre plenitudes asomándose a las heridas, ¡llegó la gratuidad sin cuentas donde antes hubo llagas!… la #rosasinporqué aprendió mirar con la gratuidad, cuando suma siempre le da de más… ¿miras con dudas y sospechas o con gratuidad?, ¿las heridas y las llagas te hacen amar y creer más?… (con el Evangelio de hoy, San Juan 20,24-29)…