… tal vez tengas el deseo, ¿la tentación?, de pretender llegar a destino con gran rapidez… pero por estos parajes la condición de «agradecido» es ya un «fin»… quizá sea lo propio «seguir adelante» con confianza y perseverancia… pero, el que se puso en movimiento, por fin, “hacia”, ¿no llegó ya, de alguna manera?… esto es admirable y es, desde luego, una paradoja… cuando juzgas descansar en un término definitivo, es cuando te alejas del fin… cuando consideras que aún has de andar, te aproximas a la meta… abre las puertas de la confianza y del «abandono» y hallaras tu fin… la «profundidad» no tiene fin, el «camino» de la gratuidad nunca acaba… pasarán los años y las distancias y te «sentirás» extraño porque nunca llegas o porque te parece que el «fin» se aleja cada vez más… ese “momento que se va” se torna fecundo cuando cae y escapa a tus medidas… tu corazón supera los confines, tu jardín interior halla su centro, su sentido y su vida en sólo la gratuidad… no te admires de esta inacabable senda, de esta peregrinación más allá de las fronteras… deja que la gratuidad te lleve, que te ensanche el corazón y amplíe la mirada… la #rosasinporqué no se apresura ni impacienta porque ya llegó a su fin el día que la gratuidad la cautivó… ¿vives a las corridas pensando que así lograrás tu fin?, ¿decides tu hacia donde te encaminas o te dejas llevar por los vientos de las modas y el qué dirán?… (con el Evangelio de hoy, San Juan 11,45-57)…