Simplemente me enteré

… simplemente me enteré que ella, mi prima, Isabel, está esperando un niño como yo… ella, estéril y mayor, yo, virgen y muy joven aún… me puse en camino, sin demoras, pero no precipitadamente… que el camino por las montañas de Judá no se puede hacer en solitario, como nada en la vida… le pedí a mi esposo, siempre tan bueno y dispuesto, que nos uniéramos a la caravana, y así lo hicimos… llevo al Señor de la vida en mis entrañas, como seguro más adelante, no sé cómo, otros Lo llevaran por todos los caminos del mundo… un silencio respetuoso, salpicado de alabanzas y sencillas charlas de familia, nos acompaña… la Palabra en el ostensorio de mi ser, custodiado por José, sale en procesión… al llegar a la casa de Isabel, tanto ella como yo, experimentamos una alegría inexplicable… nuestros bebés se saludaron, bailaron y hasta aplaudían… nos abrazamos en el misterio de Altísimo para Quien nada es imposible… y yo simplemente dejé que mi alma cantara la pequeñez de esta humilde servidora por el Dios que hace maravillas… han pasado los años, mi sobrino Juan ha sido decapitado… y el Hijo de Dios y mío, y de José, Jesús, está ahora colgando de la cruz como si fuera un bandido… me acerco, con siete espadas en mi corazón y lacrimosa… lo miro, nos miramos, y empiezo a susurrar, no sé por qué, “proclama mi alma la grandeza de Señor”… la #rosasinporqué contempla en silencio a María y aprende a cantar con el alma agradecida… hoy no hay preguntas, sólo miradas… (con el Evangelio de hoy, San Lucas 1,39-56)…