… se deshilacha la vida con el paso de los años, se encorvan los cuerpos, se van cerrando los ojos… la experiencia de los límites me lleva al origen… en el sueño del paraíso brillan frutos hermosos en el árbol prohibido, si los admiro crezco, si los devoro me destruyo… no podías, Señor, crear otros infinitos, sólo seres a tu imagen, limitados hombres y mujeres creciendo sin fin en el misterio de tu abrazo… el límite es la orilla de toda mi existencia, es el espacio de encuentro Contigo y con todo otro… si no acepto mi límite con suficiencia de ídolo, me lanzaré ciego sobre todo lo que luce, me abalanzaré sobre el tiempo atropellando los instantes, anularé las diferencias para no ver alteridades… nunca saciaré el hambre de mi cuenta corriente, ni la mirada codiciosa sobre propiedades ajenas… ¡todos los éxitos y amores nunca llenarán mi odre roto!… si vivo el límite en comunión Contigo y con todas las criaturas, crecerá todo mi ser en Ti sin avaricia en la sangre, de rostros ni de aplausos, de metros ni de oficios… ¡no te compadezcas, Señor, de mis límites que me acercan a Ti y a los hermanos!… ¡compadécete, Señor, mi de ilimitada suficiencia llena de ambición y soberbia!… la #rosasinporqué no reniega de sus límites, gozosa los acepta desde la gratuidad de su existencia… ¿cómo vives tus límites?, ¿agradeces tu condición de creatura siempre necesitada?… (con el Evangelio de hoy, San Mateo 15,29-37)…