… ¿qué pérdidas me desvelan
que hago hasta lo imposible
para dar con lo perdido,
y, al encontrarlos, hacer fiesta?…
… ¿son mis cosas, mis pertenencias?,
¿son mis afectos más preciados?,
¿es, acaso, sólo mi vida escasa?,
¿eres Tú, Señor, y tu propuesta?…
… ¿a qué llamo “perdido”
y, por qué me interesa?,
¿y, recién cuando lo pierdo
me doy cuenta que lo tengo?…
… ¿seré capaz de salir a buscar,
excavar, ahondar, hasta encontrar?,
¿tendrá mi corazón fuerzas y ganas
para abrazar, festeja, con alegría?…
… Señor, ahora voy, entendiendo
aquel tu llamado a amar con todo,
a seguirte sin peros ni reservas,
a no hacer las cosas a la ligera…
… ¡sólo quién es capaz
de vivir Contigo amando,
sabrá, hasta el cansancio,
salir a buscar lo perdido amado!…
“… habrá más alegría en el cielo
por un solo pecador que se convierta,
que por noventa y nueve justos
que no necesitan convertirse…” (Lucas 15,7)
(… la “rosa sin por qué” sale a buscar lo perdido amado con tal gratuidad que salta de alegría al encontrarlo… con el Evangelio de hoy, San Lucas 15,1-32…)