… ¿qué fortaleza esconde el corazón de la mujer que cuando sufre el hijo dos veces sufre la madre?… ¿qué ley obedece el corazón de la mujer que la hace tan tierna y fuerte, que sus lágrimas enternecen y sostienen?… no la ley del puro que observa, desde una barrera de cumplimientos, a los equivocados, perdidos, transgresores… no la ley de quien agarra la piedra y lapida al culpable, no la de la virtud jactanciosa o el discurso hipócrita… no la ley de la paja en el ojo ajeno, ni la del ego hinchado sin dieta… no la ley sin corazón, esa que esclaviza y no libera… ¿qué ley tiene el corazón de la mujer que en el desierto y en la estepa siembra?… no la ley que se cumple por miedo, que no libera, no la que se dicta, pero no acompaña y primerea, no la que se acata, pero no responsabiliza ni ejemplea… ¿qué ley, entonces, mujer que te hace estar de pie en la cuna y en la cruz?… la ley del amor, sólo esa… la ley que engendra, acompaña, espera, se conmueve, abraza, besuquea, prepara la mesa y festeja… la ley que tiende los brazos, que entiende las caídas, la de la entraña estremecida, la del sollozo compasivo que no renuncia a las ventanas ni a las puertas… la ley de la sonrisa sincera, sin muecas, la de vaciarse hasta la última gota, sin queja… la ley del corazón, la de darse sin reservas… la #rosasinporqué posee un corazón de madre, su ley de gratuidad la hace estar sin vueltas ni revueltas… ¿tu corazón tiene ley u obedeces leyes sin corazón?, ¿dónde educas tu corazón para amar?… (con el Evangelio de hoy, San Juan 19,25-27, memoria de Santa María junto a la cruz)…