Parece que lo que te pasa no lo entiende nadie, crees que todo ese esfuerzo es invisible, inútil y cae en el vacío

… parece que lo que te pasa no lo entiende nadie, crees que todo ese esfuerzo es invisible, inútil y cae en el vacío… cómo comprender lo que sucede en una cama de oncología infantil, en una residencia donde un anciano mira por la ventana recordando una vida que ya a nadie le importa… cómo comprender la fatiga de una madre o de un padre que se levanta todos los días a las tres de la mañana para salir a trabajar y regresa después de las 20hs… cómo aceptar la infidelidad en la que viven tantas parejas, donde uno ama y otro juega… cómo acompañar la infinita soledad de quien ha sido maltratada, de quien se levanta en la calle y sabe que hoy volverá a beber para soportar el frío del corazón, ese que hiela la existencia… nadie tuitea los sueños dados por perdidos, los anhelos que la vida le alejó… y piensas: “qué más da saber cómo se llama mi vecino, qué importa ofrecer ayuda, facilitar la vida a la gente… si al final, lo que cuenta es zafar, colarse, sentirse bien, hacer la mía”… es una experiencia universal de muerte, una necesidad de sobrevivir en la jungla: la finitud como verdad última, la desesperanza… hay muchas razones para pensar así… sólo una para la esperanza: que sigue habiendo madres, para ellas nada ni nadie será olvidado ni dejado… la #rosasinporqué tiene vocación de madre, todos los días está gratuitamente ahí, o aquí, para acompañarte durante el día… ¿sabes estar y acompañar con la terquedad amorosa de las madres madres?, ¿reconoces que la Madre siempre está y nunca falla?… (con el Evangelio de hoy, San Juan 19,25-27)…