… ¿hay palabras que se gastan de tanto usarlas?, ¿hay afirmaciones que, a fuerza de repetirlas, pierden su fuerza?… ¿cuánto vale un “te quiero” dicho sin alma?, ¿de qué sirve pronunciar un nombre, si olvidas a la persona que hay detrás?… ¿recuerdas aquel mandamiento “no tomarás el nombre de Dios en vano”?… es algo terrible, de lo que casi no se piensa: ¡tomar un nombre en vano!… qué hipocresía: decir con los labios lo que la vida no dice, lo que el corazón no ama… qué vergüenza: ¡pronunciar sin sonrojo palabras que habría que decir de rodillas, como compasión, justicia, pobres o amor!… amigo y amiga de la rosa, ¡no hay palabras baratas!… sin embrago, multiplicas términos y vocablos arrojándolos donde no se sabe y de cualquier manera… ¡la palabra es el más noble de los signos que tiene el hombre!, pero puede convertirse, envilecida, en el peor de todos… es que cuando el corazón se enferma de mediocridad, que es la consecuencia de la mezquindad, rebaja y empobrece todo… anímate a elevar tu corazón, “¡sursum corda!”… déjate tomar por la Palabra que se abajó para que pudieras escucharla, y acógela sin reservas en tu jardín interior… la #rosasinporqué escucha con atención la palabra de gratuidad que la sustenta, por eso es de decir muy pocas palabras… ¿escuchas antes de hablar o eres de parlotear todo el día sin decir nada?, ¿te das cuenta que no existen las palabras baratas sino que es barato el corazón que las pronuncia?… (con el Evangelio de hoy, San Marcos 9,2-10)