Soñador apasionado que vivías el momento con tal intensidad que parecía que fuera el último de tu vida enamorada. El instante fugaz era para ti una eternidad en la presencia de tu amada esposa y de tu divino Hijo. No perdías el tiempo, pero tampoco corrías atrás de las horas. La paciencia te era como innata: tus sueños no avasallaban a nadie sino respetaban los sueños de los demás. Te pido la gracia de vivir el sacramento del momento presente con tal pasión, alegría y entrega que no atropelle a nadie en mi servicio. Que aprenda a ser paciente sin demoras pero sin prisas.
Amén.