Soñador de ojos abiertos y de corazón atento que cuando cerrabas los ojos el rostro de tu amada esposa era lo primero que veías, y su dulce voz resonaba suave en tu corazón enamorado. Nunca descuidaste los detalles de delicadeza que hacen la diferencia: una sonrisa, una mirada, una palabra, una caricia, un abrazo, un lirio o una azucena. Te pido la gracia de no descuidar a ninguno de mis hermanitos más pequeños: no es mucho lo que puedo darles, pero sí hacerles sentir que sus vidas son más importantes para mí que la mía propia. Que aprenda a no mirarme a mi mismo y a no estar pendiente de cómo me siento.
Amén.