… “caminante peregrino”, las «sendas» de Dios, ¿son las del «desierto» que llevan al Tabor?… cada vez descubrirás más hondo lo que no tiene calificativos… lo que no se reduce tan fácilmente, lo que permanece «secreto»… es cuestión de que aceptes este camino que vas trazando… aunque te resulte -¡tantas veces!- sorpresivo, inesperado…
… pequeño y buen amigo, pequeña y buena amiga, «esto», lo «cotidiano«, está preñado de riquezas insondables, de una «palabra» que todo lo trasciende… y te levanta más allá de cualquier mezquindad u ocurrencia… dirás, sin embrago, siempre: «no importa»… aún descubrirás más hondo, porque siempre puedes crecer en el Amor… en esta peregrinación no hay límites, ni fronteras… siempre podrás crecer en el Amor…
… lo que llevas como tesoro inalienable es la Presencia del Señor que ha venido a su Tabor, que es tu corazón… que llega una y otra vez, siempre en modo nuevo, que «está a la puerta y llama»… el desierto se transforma… el desierto está llamado a florecer… es «lugar» de encuentro, de transfiguración… es la ocasión de la Gracia… el Don de Dios es inefable y lo que interesa es que lo has recibido… y está con y en ti…
… entonces, ¡vamos!… ¡arriba!… ¡allí donde te encuentras ponte de pie y respira hondo!… con la “pequeña oración” de la mañana, y de cada momento, vives un encuentro único en “la nube del no saber”… para que, bajando a los tuyos, les puedas anunciar la Vida nueva que te ha sido dada… todo es gracia, todo te aprovecha, lo de arriba y lo de abajo, el Tabor y el desierto… desayuna y matea con la Verdad del “pan del día”, (Marcos 9,2-10: “… una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz… ”)…